¿Discurso vs. Inteligencia Artificial?
El discurso es un concepto poderoso, que con facilidad transita entre lo simple y lo complejo; del íntimo discurso dicho en un evento familiar, al complejo e inaprensible discurso ideológico.
Ambos ejemplos, tan distintos por su origen y motivos, comparten la cualidad de su significado. Su diferencia principal es de grado: el discurso ideológico parece más importante porque llega a más personas que el de una boda.
Esto, desde luego, es un error de apreciación, relativo a la organización interna dentro de cada ámbito de conocimiento. Las fuentes del discurso ideológico son relativamente pocas, fácilmente identificables, y reproducidas de manera sistemática.
En cambio, por dar un ejemplo, tenemos que por el “discurso nupcial” - es decir, el corpus resultante de la suma de discursos individuales pronunciados a través de todas las bodas de la historia - nadie se preocupa, es un corpus que no existe porque ¿quién se va a dar a la tarea recopilarlo? Sin embargo, esto no lo hace menos importante (en muchos países es una tradición inescapable) y tampoco lo hace menos reproducible. Todos sabemos más o menos que esperar de un discurso de boda.
Estos dos ejemplos sirven para ilustrar el papel de la Inteligencia Artificial en el ámbito de la creación humana, al cual pertenece el oficio discursivo. Los grandes modelos de lenguaje (GML o LLM por sus siglas en inglés) son parecidos al corpus del discurso ideológico: conocen sus fuentes y las han sistematizado bajo una lógica predictiva, es decir, saben que después de A lo más seguro es que siga B y que después de “hola” probablemente venga un “como estás”. Pero también se parecen al discurso nupcial porque, aunque no haya tantas fuentes a su alcance - dado que no se han sistematizado en su totalidad - las que están son lo suficientemente parecidas entre si como para que con menos observaciones (o sea menos discursos) las predicciones sean muy acertadas.
Mucho se dice que, especialmente para quienes tenemos el oficio de escribir, la inteligencia artificial representa un evento de extinción masiva. Y a veces así se siente porque con unas cuantas instrucciones al chatbot, listo: en un minuto tenemos un texto que, si bien puede ser víctima de errores o alucinaciones, en general será certero y resultará útil.
La inteligencia artificial tiene muchísimos atributos, pero la originalidad no es uno de ellos. De hecho, por diseño le ha sido negada: predecir es casi un antónimo de crear. La ambición de quienes trabajan en este campo es lograr que la IA eventualmente sea creativa es decir, que además de predecir que después de A viene B, trace el camino de regreso hasta la A aunque se necesite de empezar en la Z. Dicho en otras palabras, debe ser capaz de empezar con la hoja en blanco y este avance, no importa lo que diga Elon Musk, aún está lejano.
Por el contrario, una cualidad que identifica al buen escritor es precisamente la originalidad; además de imprimir un estilo propio a la narrativa, sabe que después de A viene B, pero también puede venir C o Z; la idea se comunica mejor en forma lineal, pero la experiencia y la geometría demuestran que las curvas también son líneas, por lo que linealidad no es sinónimo de rigidez.
Es allí donde se magnifica la importancia de nuestro trabajo. Los desafíos del mundo moderno tienen parte de su origen, lo mismo que parte de su solución, en un mejor discurso. No nos referimos solo al discurso público, sino al discurso de lo cotidiano. Tenemos mucho por hacer para mejorar la argumentación en nuestra vida diaria. No solo se trata de nuestro derecho a saber las motivaciones del otro, sino la necesidad de conocerlas para entender de donde viene y hacia dónde va. Solo así, a partir de la empatía, se pueden comprender las razones ajenas a las nuestras, y ésta es la base fundamental del buen entendimiento.
Ingenieros en sistemas y científicos de datos tienen para nosotros una perla de sabiduría: si el sistema recibe basura, regresa basura. Por añadidura, si la inteligencia artificial se alimenta del discurso cotidiano, su resultado no será más que su copia vectorizada, sin mucho empaque argumentativo y con baja capacidad persuasiva.
Hoy más que nunca se necesita más que eso. No es verdad que ante el “cambio de paradigma tecnológico” (que no nos equivoquemos, es muy real) quienes escribimos (discursos o lo que sea) estamos condenados a la obsolescencia y el olvido. Por el contrario, aunque la IA sustituirá a quien la rehúya, aquellos que la adopten en beneficio propio, y estén dispuestos a reaprender, tendrán potentes recursos para forjar más y mejores ideas. Esa es la oportunidad que tenemos, y que nos compromete mucho más con la calidad de nuestro trabajo y la importancia de nuestro oficio.